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La búsqueda del asombro

¿Por qué perseguimos momentos wow?

Todos los viajeros lo conocemos: ese instante mágico en el que algo nos deja sin aliento. Puede ser el primer vistazo a la Sagrada Familia emergiendo entre los edificios de Barcelona, el momento en que las nubes matutinas se disipan para revelar la perfecta simetría del Monte Fuji, o simplemente un atardecer perfecto en una playa cualquiera. Son los llamados "momentos wow", esos instantes de puro asombro que perseguimos incansablemente en nuestros viajes.

La paradoja del asombro #

Existe una curiosa paradoja en la búsqueda de estos momentos wow: cuanto más los perseguimos, más esquivos parecen volverse. Es como intentar atrapar el viento con las manos: el verdadero asombro suele aparecer cuando menos lo esperamos, en lugares y momentos que jamás habríamos imaginado.

Esta paradoja se hace especialmente evidente en la era de Instagram, donde la búsqueda obsesiva del momento perfecto puede acabar eclipsando la experiencia real. Cuántas veces hemos visto a viajeros tan concentrados en capturar el momento que se olvidan de vivirlo. La ironía es que, a menudo, los momentos más asombrosos son precisamente aquellos que ocurren cuando guardamos la cámara y nos permitimos simplemente estar presentes.

La evolución del asombro #

Contrariamente a lo que podríamos pensar, la capacidad de asombro no necesariamente disminuye con la edad y la experiencia. Lo que ocurre es que evoluciona, se transforma, se hace más sofisticada. Si bien es cierto que cada vez es más difícil encontrar ese "wow" instantáneo y visceral típico de la juventud, surge algo igualmente valioso: un asombro más profundo y matizado.

En nuestros primeros viajes, el asombro suele ser más inmediato y superficial. Nos maravillamos ante la altura de un rascacielos o la grandiosidad de una cascada. Sin embargo, conforme acumulamos experiencias y conocimientos, desarrollamos nuevas capas de apreciación que enriquecen nuestra manera de ver el mundo.

El viajero que ha estudiado arquitectura, por ejemplo, no solo ve un edificio bonito, sino que aprecia la genialidad de sus soluciones estructurales. Puede quedarse absorto contemplando cómo los contrafuertes de una catedral gótica distribuyen las fuerzas, o cómo un rascacielos moderno desafía nuestras nociones de lo posible. De la misma manera, un aficionado a la geología no solo ve una montaña imponente, sino que lee en sus estratos millones de años de historia terrestre, descubriendo en cada capa de roca una historia diferente de antiguos mares, erupciones volcánicas y glaciares que modelaron el paisaje.

La ciencia del asombro #

El asombro no es solo una experiencia subjetiva; tiene bases neurológicas concretas y medibles. Cuando experimentamos algo que nos maravilla, nuestro cerebro libera una cascada de neurotransmisores, incluyendo dopamina y serotonina. Este cóctel químico no solo nos hace sentir bien en el momento, sino que también fortalece las conexiones neuronales, haciendo que la experiencia se grabe más profundamente en nuestra memoria.

Las investigaciones han demostrado que estos momentos de asombro tienen efectos profundos en nuestro organismo. Reducen los niveles de cortisol, la hormona del estrés, disminuyen la inflamación en el cuerpo y mejoran nuestro sistema inmunológico. Además, aumentan la actividad en las áreas cerebrales relacionadas con la memoria y el aprendizaje, explicando por qué estos momentos suelen quedarse grabados tan vívidamente en nuestra memoria.

El poder transformador #

Los momentos wow tienen un poder transformador que va mucho más allá del instante en que ocurren. No son simples experiencias pasajeras, sino catalizadores de cambios profundos en nuestra forma de ver y estar en el mundo. El asombro amplía nuestra perspectiva, ayudándonos a ver más allá de nuestras preocupaciones cotidianas y conectándonos con algo más grande que nosotros mismos.

Esta transformación no se limita a nuestra experiencia personal. El asombro tiene un efecto dominó en nuestras relaciones y comportamiento social. Cuando compartimos estos momentos con otros, se crean vínculos especiales. La experiencia compartida del asombro puede unir a personas de diferentes orígenes y culturas, creando puentes de entendimiento que trascienden las barreras del idioma y la cultura.

El arte de cultivar el asombro #

La verdadera clave no está en buscar obsesivamente los momentos wow, sino en desarrollar una disposición que nos permita reconocerlos y apreciarlos cuando aparecen. Esto implica un equilibrio delicado entre la preparación y la apertura a lo inesperado. El conocimiento previo de un lugar puede enriquecer enormemente nuestra experiencia, pero necesitamos mantener siempre un espacio para la sorpresa y el descubrimiento.

La presencia consciente juega un papel fundamental en este proceso. En un mundo hiperconectado, necesitamos momentos de desconexión digital para poder conectar verdaderamente con el lugar que visitamos. No se trata de renunciar a la tecnología, sino de usarla de manera consciente y equilibrada, permitiéndonos espacios de contemplación y descubrimiento sin filtros.

La democratización de la maravilla #

Una de las grandes verdades del viaje es que los momentos wow no están reservados para los destinos más exóticos o las experiencias más costosas. Pueden encontrarse tanto en la otra punta del mundo como en el parque de tu barrio. No dependen tanto del lugar como de nuestra disposición a experimentarlos.

Esta democratización del asombro es especialmente relevante en un mundo donde el turismo masivo amenaza con diluir la autenticidad de las experiencias. A veces, los momentos más asombrosos ocurren cuando nos alejamos de los circuitos turísticos tradicionales y nos permitimos explorar sin expectativas. Puede ser en una calle lateral de una ciudad muy visitada, en una conversación casual con un local, o en el descubrimiento de una tradición que no aparece en las guías.

Un nuevo paradigma del asombro #

En un momento en que el turismo se replantea su futuro, quizás sea hora de desarrollar una nueva relación con el asombro. Una que no se base en la acumulación de experiencias espectaculares, sino en la profundidad de nuestra conexión con los lugares que visitamos. Esto implica viajar más despacio, dar tiempo a que los lugares nos revelen sus secretos, y estar dispuestos a encontrar maravillas en lo aparentemente ordinario.

La experiencia y la edad, lejos de ser obstáculos, pueden ser nuestras mejores aliadas en este proceso. Con cada viaje, con cada experiencia, desarrollamos una capacidad más refinada para apreciar los matices y las sutilezas que antes pasábamos por alto. No se trata de perder la capacidad de asombro juvenil, sino de complementarla con una apreciación más profunda y madura.

Conclusión #

En última instancia, la búsqueda del asombro es una de las motivaciones más profundas y genuinas del viaje. Pero quizás su mayor paradoja sea que los momentos más memorables suelen llegar cuando dejamos de perseguirlos activamente. Como el buen vino, nuestra capacidad de asombro puede mejorar con la edad, enriqueciéndose con capas de comprensión y apreciación más profundas.

Y tal vez ahí radique la verdadera magia del viaje: en su capacidad para transformarnos, no solo a través de los grandes momentos de asombro, sino también a través de la paciente construcción de una mirada más rica, más profunda y más agradecida hacia el mundo que nos rodea. El mayor momento wow, después de todo, podría ser darnos cuenta de que el asombro no es algo que encontramos ahí fuera, sino algo que cultivamos en nuestro interior.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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