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Museos de lo cotidiano

Sobre la fascinación por los espacios ordinarios en lugares extraordinarios

Siempre me ha resultado curiosa esa tendencia que tenemos los viajeros a buscar lo extraordinario. Nos pasamos meses planificando visitas a monumentos históricos, comprando entradas para museos de renombre y reservando mesa en restaurantes estrella Michelin. Y sin embargo, algunas de mis experiencias más memorables viajando han ocurrido en los lugares más prosaicos imaginables.

Me refiero a esos espacios que, en casa, ni siquiera merecerían una segunda mirada: supermercados de barrio, farmacias, lavanderías automáticas. Lugares que, paradójicamente, se convierten en fascinantes museos de lo cotidiano cuando los encontramos a miles de kilómetros de casa.

Esta dicotomía entre lo extraordinario y lo ordinario es quizás uno de los aspectos más interesantes del viaje contemporáneo. Mientras las redes sociales nos empujan a buscar la foto perfecta frente a la Torre Eiffel o el Coliseo, existe una corriente subterránea de viajeros que encuentra su satisfacción en los rincones más cotidianos de las ciudades que visita.

Supermercados: ventanas al alma local #

Si hay un lugar que ejemplifica perfectamente esta fascinación por lo cotidiano, son los supermercados. Recuerdo vívidamente mi primera visita a un supermercado en Tokio, en el barrio de Shimokitazawa. Mientras otros turistas se agolpaban en Sensoji o cruzaban el paso de peatones de Shibuya, yo me perdía entre pasillos repletos de productos misteriosos, estudiando envases con caracteres indescifrables y maravillándome ante la precisión casi quirúrgica con la que estaba organizado cada estante.

En el otro extremo del espectro, los pequeños supermercados de Brujas me cautivaron por su manera de mezclar lo moderno con lo medieval. Ver cómo una tienda de ultramarinos se integra en un edificio del siglo XV dice más sobre la capacidad de adaptación de una ciudad que cualquier guía turística.

Y qué decir de los supermercados en Singapur, verdaderos templos de la eficiencia donde la tecnología más puntera convive con los productos más tradicionales de la gastronomía asiática. La sección de hawker food preparada me pareció más artística que muchas exposiciones que he visitado.

Farmacias: más que medicamentos #

Las farmacias son otro de mis observatorios favoritos de la vida local. En París, las pharmacies no son meros dispensarios de medicamentos, sino templos dedicados al cuidado personal donde cada producto parece una pequeña obra de arte. La histórica Pharmacie du Louvre, por ejemplo, con sus estanterías de madera noble y sus frascos vintage, es un verdadero museo de la cosmética francesa.

En contraste, las farmacias de Berlín me fascinan por su pragmatismo y eficiencia típicamente alemana. Recuerdo especialmente una en el barrio de Prenzlauer Berg, donde el sistema automatizado de dispensación de medicamentos parecía sacado de una película de ciencia ficción.

Las farmacias de Estambul, por su parte, ofrecen una fascinante mezcla entre medicina moderna y remedios tradicionales. Ver cómo conviven los últimos avances farmacéuticos con hierbas medicinales ancestrales es una lección de historia cultural en sí misma.

Lavanderías: observatorios sociales urbanos #

Las lavanderías automáticas son quizás los espacios más infravalorados para observar la vida local. En Amsterdam, una tarde lluviosa de octubre, una lavandería en el barrio de Jordaan se convirtió en mi refugio improvisado. Lo que empezó como una necesidad práctica se transformó en una ventana privilegiada a la vida local. Durante dos horas, observé el ir y venir de personas, escuché conversaciones en neerlandés que apenas entendía, y fui testigo de pequeños momentos de vida que ninguna guía turística podría jamás recoger.

Las lavanderías de Hong Kong, diminutas pero increíblemente eficientes, son otro ejemplo perfecto de cómo estos espacios reflejan la realidad de una ciudad. Ver cómo los locales optimizan cada centímetro cuadrado de espacio es una lección magistral sobre la vida en una de las ciudades más densamente pobladas del mundo.

Mercados locales: el pulso de la ciudad #

Los mercados tradicionales podrían considerarse una categoría turística en sí misma, pero son los pequeños mercados de barrio los que realmente me fascinan. El Mercado de la Bretxa en San Sebastián, por ejemplo, ofrece una visión mucho más auténtica de la vida donostiarra que la famosa Parte Vieja.

En Kioto, los pequeños mercados callejeros del barrio de Nishiki me han enseñado más sobre la vida cotidiana japonesa que cualquier templo o jardín zen. Ver cómo los locales seleccionan meticulosamente sus verduras de temporada o regatean por el mejor pescado es una masterclass de cultura japonesa.

La tecnología en lo cotidiano #

En el mundo actual, incluso los espacios más ordinarios están siendo transformados por la tecnología. Los convenience stores de Osaka, por ejemplo, son verdaderos laboratorios de innovación retail, donde las máquinas expendedoras más sofisticadas conviven con el trato personal más tradicional.

En Estocolmo, hasta la lavandería más modesta incorpora sistemas de pago digital y reserva online, reflejando la tendencia de la sociedad sueca hacia un futuro sin efectivo. Estos detalles aparentemente mundanos nos cuentan historias fascinantes sobre cómo diferentes sociedades abrazan el cambio tecnológico.

Librerías de barrio: historias entre estantes #

Las grandes librerías turísticas son magníficas, no lo voy a negar. Pero son las pequeñas librerías de barrio las que verdaderamente me cautivan cuando viajo. No hablo de esas librerías que aparecen en todas las guías turísticas, sino de esos establecimientos modestos donde los locales compran sus lecturas cotidianas.

En Berlín, el barrio de Prenzlauer Berg está salpicado de pequeñas librerías que son auténticos testimonios de la historia de la ciudad. Recuerdo especialmente una, ubicada en un antiguo edificio de la época de la RDA, donde los estantes de madera chirriantes y el inconfundible olor a papel viejo conviven con una cuidada selección de novela gráfica contemporánea. La sección de libros infantiles, con sus coloridas publicaciones en alemán, me pareció una ventana fascinante a cómo se educa a las nuevas generaciones.

Las librerías de Kioto ofrecen otra perspectiva única de lo cotidiano. En una calleja cercana al mercado de Nishiki, descubrí una librería especializada en revistas de manga para oficinistas. Ver a los salary-men hojeando sus revistas durante la pausa del almuerzo es una ventana a la cultura laboral japonesa mejor que cualquier documental.

En Budapest, las pequeñas librerías de segunda mano son auténticos museos informales donde cada libro cuenta una historia. En una de ellas, cerca de la plaza Kossuth, encontré una sección dedicada a libros de cocina húngara con anotaciones manuscritas de sus antiguos propietarios. Estas notas al margen, recetas modificadas y consejos garabateados son testimonios íntimos de la vida doméstica local.

Y qué decir de las papelerías-librerías de Toulouse, esos establecimientos híbridos donde los estudiantes compran sus cuadernos junto a la última novela de moda. La manera en que organizan las secciones, mezclando útiles escolares con literatura, refleja una aproximación muy francesa a la cultura, donde lo práctico y lo intelectual conviven sin complejos.

Reflexiones finales: el valor de lo ordinario #

A veces me pregunto si esta fascinación mía por lo mundano es una forma de voyeurismo cultural o simplemente el resultado natural de décadas viajando. Quizás cuando has visto suficientes monumentos emblemáticos, empiezas a encontrar belleza en lo cotidiano, en esos pequeños detalles que hacen que cada lugar sea único a su manera.

Lo cierto es que ahora, cuando planeo un viaje, me aseguro de dejar tiempo para perderme en estos museos no oficiales de la vida diaria. Porque si los grandes monumentos nos cuentan la historia oficial de un lugar, estos espacios ordinarios nos susurran sus secretos más íntimos, esos que solo se revelan a quien está dispuesto a mirar más allá de las rutas turísticas establecidas.

Os animo a que en vuestro próximo viaje dediquéis tiempo a estos espacios aparentemente insignificantes. Puede que descubráis que una simple visita al supermercado en Tel Aviv, o una tarde en una lavandería de Viena, os enseñe más sobre la ciudad que cualquier tour guiado.

Foto de perfir de Juanjo Marcos

Juanjo Marcos

Desarrollador y diseñador web actualmente afincado en Bilbao. Desde que tengo uso de razón viajar es una de mis grandes pasiones, junto a la tecnología, la fotografía y los largos paseos sin rumbo definido.

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